Columna de Agustina Blanco, Directora Ejecutiva de Proyecto Educar2050.
Las paritarias docentes son una gran negociación entre dos partes: Gobierno y docentes. Pero en esa negociación, desde un punto de vista ético esencial, no está representada la parte más importante, que son los chicos. No los podemos representar formalmente, pero como sociedad, debemos reclamar.
Hoy los docentes claman por un muy necesario aumento de salario, ya que el costo de vida en Argentina demuestra que elevarlo de $6060 a $8500 sería como mínimo, apropiado. Para avalar este análisis, podemos ponernos en los zapatos del maestro que, como muchos, asumen su rol con vocación y compromiso. Estos maestros, los que cumplen con su tarea a diario y en horario, que quieren ver a sus alumnos progresar, aprender, motivarse, deben tomar un doble turno de enseñanza para completar un salario que permita sostener sus familias, y luego agregar tiempos personales para planear sus clases, corregir, y reflexionar sobre su práctica. ¿Alguien podría discutir la necesidad del aumento en estos casos?
Los gobiernos provinciales claman por la dificultad financiera y económica con que comienzan el período de gestión y enfrentan la situación salarial de los docentes. Nadie duda de la necesidad de reordenamiento de los porcentajes de coparticipación, de los meses que llevará aclarar el horizonte para conocer la verdadera evolución de la inflación, y de la inminente necesidad de activar las economías regionales para generar ingreso real en cada provincia. Varias provincias insisten con no definir paritarias por el año, sino volver a abrir la negociación en unos meses. Los ministros están, claramente, cuidando el proceso para no prometer lo que quizás no puedan cumplir.
Ahora bien, quedan los chicos, y por ellos, la necesidad de delinear de una vez por todas nuestra visión como país, para comenzar un recorrido genuino de mejora educativa. Más de la mitad de los alumnos secundarios argentinos no logra desarrollar habilidades básicas en comprensión lectora, matemática, y ciencias. La ley obliga a terminar la escolaridad completa pero eso no ocurre ya que a medida que avanzan los años de la escuela media, los chicos abandonan al no encontrar sentido a lo que aprenden, estar desmotivados, o no sentirse a la altura de lo que la escuela exige.
Cada día de clases cuenta, y cada uno de ellos nos debería interpelar al gobierno, la escuela, y la sociedad para juntos pensar cómo mejorar los entornos de aprendizaje para que los chicos quieran aprender y sientan que terminar la escuela les hace una enorme diferencia para su futuro.
Demos vuelta la ecuación, que comiencen las clases y luego continúe la negociación. Simbolismo sería el mensaje de que los chicos importan, que son el centro del sistema. Los procesos de negociación implican a veces una enorme cuota de compromiso para llegar a un resultado que satisfaga en cierta medida a todas las partes. Necesitamos un voto de confianza y un férreo compromiso de esfuerzo de todos los actores de la educación, con un respaldo de la sociedad en su conjunto, si queremos llevar nuestro debilitado sistema a un mejor nivel. La Educación la construimos entre todos.
Fuente: Cronista.com