El 8 de marzo, se conmemora el Día Internacional de la Mujer. Esta fecha fue consensuada con el fin de recordar la lucha de las mujeres por conquistar sus derechos, en una búsqueda por conseguir la equidad en relación a los varones.
En esta oportunidad queremos poder dirigir la mirada hacia los lugares que han ido ocupando las mujeres a lo largo de la historia, pudiendo repensarlos, abriendo nuevos senderos para el mañana.
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¿Cuántos semblantes ocupa una mujer?
Socialmente nos manejamos con representaciones culturalmente construidas de lo que son las mujeres. La televisión, el cine, la historia, las historias de la Historia, las publicidades, la moda, fueron generando y alimentado imágenes que dieron lugar a categorías con las que definimos a las mujeres.
La categoría “mujer”, como un gran conjunto al que se le suponen propiedades, fue sumando con el paso del tiempo características que se tornaron privativas y hasta de cierto modo obligatorias. Basta ver publicidades, certámenes de belleza, historias y demás, para notar que la belleza (cierto tipo de belleza), la dulzura, la simpatía, la aprehensión hacia la vida doméstica, la sumisión, el deseo de ser madre y cuántas otras cosas más, constituyen el lugar común desde el cual se pretende definirlas.
Esto opera como una categoría cerrada, en la que todo elemento que procure ser diferente, quedará excluido, discriminado, desterrado al campo de lo indeseable. Ya sea tanto la imagen idealizada de la mujer perfecta, o su contrario, la bruja que queda por fuera, se mueven en un terreno sin matices, no hay grises en las representaciones sociales del ser mujer, solo hay totalidades.
Otra idea que circula es la de la mujer madre, o sea la creencia a través de la cual la mujer se realiza como mujer en tanto es madre, estableciendo una asociación directa entre el ser mujer y su capacidad biológica. Desde esta construcción se les supone a las niñas, a las adolescentes e incluso a las mujeres adultas (que no son madres) que en algún momento de su vida serán mamá, dejando por fuera la posibilidad de preguntarse si así lo quieren o no. Y es desde esta misma construcción que aquella que manifiesta su deseo de no serlo, es atacada y cuestionada
¿Será acaso que existen diferentes facetas, posibilidades, aspectos que pueden converger incluso en una misma persona? ¿Será que no sabemos qué es ser una mujer y que intentamos entonces responder al interrogante mediante estas creencias? ¿Se espera lo mismo tanto de hombres como de mujeres? ¿Queremos ser iguales hombre y mujeres? ¿La diferencia necesariamente implica desigualdad?
Primero usted, dama…
La historia fue ubicando a las mujeres en distintos lugares: la bruja que había que cazar, la persona que debía quedarse en casa a cocinar y a cuidar de los hijos, la gran mujer que está detrás de un gran hombre, la que no está habilitada a votar, la que tiene una musculatura menos desarrollada y por lo tanto menos fuerza… Se fue fijando así espacios “propios” de las mujeres, en donde se preponderó el ejercicio de un rol específico. Paralelamente se fue gestando una expectativa en función de esos lugares, es decir un ordenamiento arbitrario desde el cual se activa ligeramente el juicio, la crítica, la condena, la exclusión.
Con el paso del tiempo las mujeres fueron derribando la idea del “sexo débil”, las mujeres se pusieron a la par de los hombres, pudieron ir evidenciándose varias ideas erróneas, al punto tal de que hoy por hoy, no caemos en viejas creencias y sí creemos en la potencia y fortaleza de las féminas. Sin embargo, muchos y muchas, siguen resistiendo el cambio.
Proponemos repensar nuestras prácticas cotidianas, su origen, su anclaje, lo cual da cuenta de las concepciones que tenemos de hombre y mujer. Quizás lo importante no sea si se mantienen o no ciertas costumbres, lo fundamental radica en correrse de la práctica automática, para pasar a modos de conducirnos que posibiliten moverse con mayor libertad, sea tanto para poder actuar de modos más genuinos como para habilitar diferentes formas de ser hombre o mujer.
Todos somos diferentes pero el problema aparece cuando esas diferencias se transforman en desigualdad, allí es cuando nos encontramos en presencia de una injusticia.
La lucha por la igualdad en torno a los derechos, de ninguna manera pretende borrar o atenuar las diferencias. Las diferencias están y enriquecen. La equidad permite que mujeres y hombres caminen a la par, trabajen y vivan a la par, exactamente a la misma distancia de la ley.
ACTIVIDADES
Las maneras de ser mujer, se aprenden desde la primera infancia y se continúan construyendo durante toda la vida. Por lo tanto es muy importante que desde nivel inicial hasta la finalización de la escolaridad, podamos permitir flexibilidad en las formas de ser mujer, y también en las de ser hombre, de manera tal de no encasillar a niños y niñas bajo estereotipos rígidos que coartan la libertad.
El paso por las instituciones implica transitar por lugares marcados por la historia, el contexto social y diferentes individualidades que aportan distintos modelos de mujer que se van filtrando en diferentes actitudes que niños, niñas y adolescentes internalizarán.
Fuente: Coordinación Provincial de Educación Sexual Integral. DOAITE. DGE.