El reconocido especialista en educación español disertó ante más de 3.000 docentes mendocinos. También expresó que el profesor y el maestro tienen la tarea de despertar el deseo y la ilusión de aprender de sus alumnos.
Miguel Ángel Santos Guerra visitó Mendoza y brindó en el auditorio Ángel Bustelo una jornada de trabajo sobre la evaluación como aprendizaje en los sistemas educativos. Organizado por la Dirección General de Escuelas, miles de docentes mendocinos pudieron compartir un análisis de la situación actual del sistema escolar.
¿Qué es evaluar para el aprendizaje?
Hay muchas formas de enfocar este fenómeno. La evaluación tiene finalidades pobres, ricas y hasta perversas, hay que potenciar las más ricas. Entonces, tanto la evaluación para el alumno, para el docente o para las experiencias en los sistemas educativos, debe servir para comprender lo que pasa, aprender, tomar decisiones de mejora y dialogar entre todos los miembros de la comunidad educativa sobre qué hay que hacer para mejorar lo que se está haciendo. A veces me imagino todas las escuelas como barcos en altamar, todos extenuados, todos trabajando. Pero si pregunto ¿y el barco dónde va?, sería triste que digan que no saben.
¿Cómo se mejora el vínculo entre el docente y el alumno?
Yo he dicho durante la disertación que los chicos aprenden de aquellos docentes a los que aman. Para que haya aprendizajes significativos y relevantes hace falta que el conocimiento tenga una coherencia interna, pero tiene que haber una disposición emocional para aprender, porque sólo aprende el que quiere. Entonces esa parte de despertar el deseo de saber, esa parte de despertar la ilusión por descubrir es una tarea muy importante de los docentes. Porque hace que los alumnos quieran ir a la institución, con ánimo, con ilusión, con deseo de aprendizaje, les hace aprender mejor y les hace olvidar más difícilmente. Porque lo otro es sufrir para aprobar.
¿Cómo define o describe a un buen docente y un buen alumno?
En mi blog escribo sobre cómo te decepcionaría yo como profesor y les pido a mis alumnos que me digan cómo me decepcionarían ellos como alumnos. Yo estoy convencido de que hubo profesores que han quemado las mejores ilusiones de los alumnos, pero también ha habido alumnos que han quemado las ilusiones de enseñar de algunos docentes. Somos una comunidad de aprendizaje, el profesor no es el enemigo del alumno. El buen docente conoce a los alumnos, aunque sean muchos, los quiere, los entiende, conoce sus capacidades y dificultades, está cerca. El alumno quiere aprender naturalmente, quiere esforzarse, pregunta, el ser humano está diseñado para aprender. Si se aburre, si no comprende, si no se adapta, el niño no aprende.
¿Cómo evalúa sus disertaciones y qué efectos genera en el ámbito educativo?
Yo no puedo hacer una buena evaluación sólo desde la perspectiva mía. Para saber qué pasa con mis disertaciones tendría que esperar dos cosas: liberar la voz de los protagonistas para que, en condiciones de libertad, ellos puedan decir para qué les ha servido. Y todavía un poco más, iría a las aulas y a las escuelas para ver qué ha pasado. Hay una primera impresión que es ver que están atentos, no se van, aplauden, pero esto es poco riguroso y superficial. Me gustaría hacer una evaluación más exigente y rigurosa y comprobar que mis disertaciones han servido para algo.
Fuente: Prensa DGE