Hoy los argentinos recordamos a uno de los padres de la Patria. Domingo Faustino Sarmiento fue el hombre que nos dejó la lección crucial de que todos los problemas del ser humano son problemas de educación. En 1858 escribió: “Leer y escribir es la civilización entera” y nos marcó un camino como sociedad que él mismo se encargaría de ayudar a construir desde diversos puestos de gobierno.
Fundamentalmente legó para el futuro la imagen imperecedera de que en cada pequeño banco de una escuela está toda la Nación y de que, a su imagen y semejanza, es el docente el artífice de ese milagro que es el aprendizaje y el conocimiento. Sarmiento fue antes que nada un maestro y quienes somos producto del magisterio de nuestros maestros es por eso que enaltecemos las figuras de todos quienes nos enseñaron y nos permitieron avanzar en la vida. Los tuvimos mejores y peores, buenos y malos, pero todos nos dejaron algo.
Por la acción de Sarmiento, Mendoza recibió a algunas de las maestras estadounidenses que llegaron a estas lejanas tierras con la misión de enseñar y formar a otras docentes. El 30 de marzo de 1894 Mary Olive Morse, por ese entonces directora de la escuela Normal de Maestras de Mendoza, que funcionaba en la calle San Martín, escribió en el Libro de Actas, recientemente hallado y depositado en el Archivo General de la Provincia: “Hay que estudiar sistemáticamente algún caso durante el año; leer buenos libros, revistas y periódicos de manera continua; hacer una preparación concienzuda de cada lección; tratar a las alumnas como amigas; llevar a la clase buen humor y no disgustos del afuera; cuidar de usar voz dulce pero que denote autoridad”. Magníficas lecciones que parecen escritas mañana, por su enorme vigencia. Vale la pena leerlas una y otra vez para tomarlas como brújula en tiempos de confusión como los actuales. La preparación, el rigor en el trabajo, el ejercicio de la autoridad y, sobre todo, la ayuda a crear un buen clima escolar, dejando los disgustos afuera y llevando el buen humor a la clase, son enseñanzas inmortales para la tarea docente.
Muchos debemos todo a la educación pública que recibimos. Tenemos una deuda impagable con tantos docentes que nos dieron lo más importante, lo que se lleva para toda la vida, los saberes, pero también los ejemplos.
Todavía me parece estar en el patio de la escuela Sarmiento entre mis compañeros de tercer grado A (recuerdo los apellidos de casi todos los que están en la foto, a pesar de que a la mayoría nunca más los vi) a principios de los años setenta y oír a la señorita Catalán diciéndonos con dulzura, pero con una voz firme cómo había que comportarse. Y después, en el aula, donde aprendimos a leer, a entender, a compartir, a respetar, a hacer “las cuentitas” que ella proponía en diminutivo porque sabía que era lo que más difícil nos resultaba, la vuelvo a ver y no puedo dejar de recordarla con cariño y gratitud.
Por eso, hoy, saludo en aquel recuerdo a todos las y los docentes de Mendoza, por su esfuerzo diario y por la cuota de dulzura en la voz que usan día a día para tener autoridad con sus alumnos y llevarlos de la mano hacia el mañana. Sarmiento los inspiró y miles de docentes lo hacen realidad cada jornada. Gracias a todos.
Jaime Correas
Director General de Escuelas de Mendoza