El paso a Chile doscientos años después vuelve a ocupar la primera plana de todos los medios nacionales y provinciales. Obviamente, la noticia saliente gira en torno a otras circunstancias: con seguridad, las merecidas vacaciones de muchos argentinos, mayoritariamente oriundos de Mendoza en el vecino país trasandino. Y aunque la coyuntura es tan distinta a la de aquellos tiempos, no deja de ser un buen motivo para abordar algunas reflexiones que magnifiquen la gesta sanmartiniana, acompañando el reparador viaje a las costas del Pacífico, tras atravesar la Cordillera de los Andes. Aunque también es justo resaltarlo, y con orgullo mendocino, la enorme preocupación demostrada por destacar el cruce histórico por parte de distintos organismos del Estado, tanto del ámbito privado como del gobierno provincial y de algunos departamentos, asumiendo el indelegable compromiso con nuestra historia.
Diez reflexiones de verano
- “Para la inmensa mayoría de los que estudian y enseñan historia argentina, el Paso de los Andes es un hecho de gran realce, una empresa difícil, penosa y peligrosa, pero estamos muy lejos de imaginar lo arduo y sobrehumano que fue aquel cruce, único en los anales de la historia nacional y universal. Si exceptuamos a los cuyanos que contemplan, día tras día, ese imponente muro de proporciones gigantescas, y oyen las infinitas peripecias y mortales accidentes que allí tienen lugar, bien pocos han de ser los argentinos que tengan una idea, ni siquiera aproximada de lo que debió costar a San Martín cruzar la Cordillera”. (G. Furlong – Instituto Nacional Sanmartiniano).
- El viaje actual, ya sea en automóvil u ómnibus de pasajeros, y ni hablar en avión, solo muy ligeramente nos dará una pista para que podamos formarnos alguna idea de lo que, otrora, significó cruzar aquel compacto aglomerado de gigantescos montes y valles.
- Tengamos en cuenta además que desde el llano mendocino hasta la capital chilena el relieve ofrece tres grandes bloques montañosos por sortear, no solo uno: a) precordillera, b) cordillera frontal y c) cordillera principal o de las altas cumbres. Pero para comprenderlo, con mayor aproximación a la realidad histórica, es necesario eliminar, mentalmente, la amplia carretera que hoy existe. Es menester suprimir la mayoría de los puentes que fueron construidos por los departamentos de vialidad de cada país. Y es menester prescindir del túnel internacional, o de los cobertizos de que se valen los autos, acortando distancias y evitando terribles ascensos y descensos.
- Es imprescindible olvidarse también por un instante de los más de 120 pueblos que atravesamos entre la Ciudad de Mendoza y Reñaca (por frivolizar con un ejemplo).
- En 1817 nada de eso había. La carretera no era tal. Solo era un camino, de treinta a cincuenta centímetros de anchura, desigual y pedregoso. Camino de mulas en el que había que viajar con la lentitud propia de estos animales. Uno tras otro. Y sin un solo poblado hasta llegar a destino.
- Además cada soldado llevaría un sobrepeso de 13 kilogramos en su mochila, tirando de la rienda a un caballo o una mula. Con temperaturas que oscilaban entre 40° C al sol de la siesta y – 10° C en la noche. En cuestas que llegaban a los 4.000 metros de altura. Recorriendo 28 Km. diarios.
- Con brutal apunamiento y alteraciones del sistema cardiovascular y respiratorio que llevaban hasta la pérdida de nociones básicas. Y con la lamentable pérdida en el camino de compañeros de gestión y cientos de animales.
- Con un régimen de alimentación e hidratación rigurosamente preestablecido (tanto para el soldado como para los animales).
- Con el stress lógico de saber que se enfrentaban a un ejército profesional que los doblaba en número y quintuplicaba en armamento, y los esperaba “sentados”. A pesar de eso a los cuatro días de llegar triunfaron en Chacabuco.
- Con la terrible angustia de partir pensando que atrás quedaban madres, esposas e hijos que probablemente jamás se volverían a reencontrar. Agregando que la gesta libertadora, era precisamente eso: “liberadora”, a diferencia de las otras grandes proezas universales con la que se la compara (Aníbal, Alejandro Magno o Napoleón) que fueron expediciones conquistadoras e imperiales.
La montaña como un puente
- Es posible que algún estudioso o alguien preocupado por el tema, al referirse al paso de los Andes no peque de algunas simplificaciones antes citadas, ni de cierta ceguera cuando contextualiza el hecho histórico, pero la inmensa mayoría de quienes no han cruzado la Cordillera o, al menos no han visto una montaña de cerca, corren el riesgo de no percibir lo trascendente del fenómeno. Fenómeno que fue pensado minuciosamente desde Mendoza por San Martín y su equipo de trabajo durante casi 3 años, permitiendo libertar medio continente. Era necesario, fue desde Mendoza.
- Mendoza sigue ostentando una estratégica posición geopolítica por su proximidad con los puertos del Pacífico. Hoy como ayer, sigue siendo una posibilidad enorme de cara al gran mercado internacional que brinda, por ejemplo actualmente, con el sudeste asiático. Y así como ayer fue Mendoza el ineludible nexo entre el Atlántico y el Pacífico, base de sustentación para llevar adelante el Plan Continental que devolvió la libertad a América, la actualidad nos vuelve a poner ante la enorme posibilidad de convertirnos en un eslabón prioritario para la generación de buenos negocios y la potenciación de nuevos mercados comerciales en el vigente mundo global, sobre la base de la histórica relación económica y cultural con Chile.
Y pensar que algunos no daban ni cinco mangos ($5)
Un monumento emblemático para Mendoza es el Cerro de la Gloria. Fue inaugurado un 12 de febrero de 1914, en la conmemoración del 97° aniversario de la batalla de Chacabuco. Sobre una base de piedra cordillerana, se erige un conjunto escultórico realizado en bronce. Ocupa el centro de la escena la estatua ecuestre del General José de San Martín, pero abriendo paso a una amplia perspectiva plural, reflejo cabal de lo que implicó la gesta, conviven entorno al monumento imágenes referenciales para Mendoza: Fray Luis Beltrán, el religioso que compartió su rol eclesiástico con el de humilde soldado, y no dudó en comprometerse cuando la patria llamaba; las mujeres mendocinas como pilares fundamentales de la gesta; los heroicos soldados (milicianos provenientes mayoritariamente de Mendoza, y Cuyo toda); los ilustres anónimos representados en el tropero Sosa; la imagen integrada de los que trabajaban “duro” reflejados por criollos, indios y morenos. Y también, el cóndor andino, los escudos de Perú, Chile y Argentina, los laureles, las banderas, los Granaderos, la Libertad representada en una mujer que rompe las cadenas. En fin, El Cerro de la Gloria, para algunos el dibujito que se encuentra impreso en el reverso de los billetes de cinco pesos ($5). El Cerro de la Gloria, homenaje a un pueblo “que acunó la libertad”. Postal cultural insoslayable de Mendoza y los mendocinos.
Prof. Gustavo Capone