Educación para el trabajo: la Escuela Emilio Civit

La arquitecta Cecilia Raffa, del Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (Incihusa), del Conicet, nos cuenta cómo se diseñaron las primeras escuelas técnicas y los objetivos formativos que se perseguían con los nuevos programas de estudio.

La educación media en Argentina atravesó una importante transformación entre 1934 y 1944. Los nuevos programas se orientaron a la capacitación y formación de jóvenes con potencial de inserción en una sociedad diversificada y tendiente a la industrialización.

El Estado mendocino comenzó tempranamente a insistir en la importancia de instalar en la provincia escuelas con anexos agropecuarios e industriales desde la segunda mitad de la década del 30 en el siglo XX. Una de las primeras acciones al respecto fue la creación mediante Ley 1228/37, de la Escuela Técnico Industrial Emilio Civit.

Esta escuela se fundó como derivación de la escuela primaria de artes y oficios Justo J. de Urquiza, y para darle utilidad a un edificio que la Dirección Provincial de Arquitectura había proyectado y construido en 1934. Para su puesta en marcha  hubo que organizar un plan de estudios.

La arquitecta Cecilia Raffa, del Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (Incihusa), del Conicet, nos cuenta cómo se diseñaron las primeras escuelas técnicas y los objetivos formativos que se perseguían con los nuevos programas de estudio.

La génesis del establecimiento

El proyecto de ley de creación de la escuela hace referencia a la codependencia de la misma bajo la órbita de la Dirección General de Escuelas (DGE) y el Ministerio de Industrias y Obras Públicas.

La formación técnica que se impartió en la escuela posibilitó la capacitación de especializados en tecnología de la madera, tecnología de los metales, electricidad, tecnología de la construcción y artes gráficas.

Esas actividades estaban orientadas a alejar a los jóvenes de “la perniciosa tendencia criolla de empleomanía para independizarlos y capacitarlos en una nueva y fecunda vida, como es la de saberse bastar a sí mismo en el desarrollo de cualquier energía técnicamente dominada”, de acuerdo con lo expresado en uno de los informes que habitualmente las áreas del Ejecutivo publicaban en la revista La Quincena Social (450-451, 1938) y en el cual se manifiesta nuevamente la concepción de un Estado regulador.

El edificio que ocupa la escuela en Maipú se destacó por tener una amplísima planta libre destinada al sector de talleres con una superficie superior a 1.200 metros cuadrados y dos patios, uno para maniobras y otro para juegos.

Las unidades que completaban el esquema funcional eran las áreas administrativas, depósito, oficinas, sala de primeros auxilios, vestuario, una habitación para el portero y una pequeña casa adosada para el director.

En el primer piso, concentrado sobre el volumen de acceso, se ubicaron tres aulas y la sala de profesores. Se previó, en la azotea, superficie destinada a futuras ampliaciones de aulas.

Escuelas regionales bajo la órbita de la DGE

En 1939, la sanción de la Ley 1378 dio marco legal al interés del Gobierno en la educación técnica para jóvenes de 13 a 18 años.

Esta ley habilitó al Ejecutivo a la creación de escuelas regionales técnicas de oficios dependientes de la DGE.

Los establecimientos debían ser instalados en los sitios de la provincia donde la industria, la producción y el desarrollo de la población ofrecieran con mayor evidencia posibilidades para obreros especializados, adoptándose en ellas el régimen de internado, medio internado o externo, según conviniera a la región.

Las escuelas tenían como fin último formar artesanos técnicos, capataces y sobrestantes idóneos en las labores, manualidades e industrias principales y derivadas, entre ellas: vitivinicultura, horticultura, agricultura, fruticultura, olivicultura, lechería, avicultura, apicultura, cunicultura, sericultura e industrias del petróleo y derivados; de la granja en general, de edificación y anexos, obras viales, entre otras.

La formación sería preferentemente práctica y estaba orientada a aquellos que hubieran aprobado el cuarto grado, por lo menos, de la escuela primaria.

Se preveía que todo el andamiaje de reparticiones técnicas del Estado colaborara con la DGE para organizar, atender y controlar el funcionamiento de los establecimientos.

La norma facultaba al gobernador a invertir en la construcción, o el arrendamiento durante el primer año de funcionamiento, de los locales necesarios para el funcionamiento de las escuelas.

Amparado en esa ley, el Ejecutivo, mediante el Decreto 453-G de 1940, propuso la creación de las siguientes escuelas técnicas: Escuela de Industrias de la Construcción y Obras Viales en Godoy Cruz, Escuela de Enseñanza Agrícola en Guaymallén, Escuela de Industrias de la Granja en Rivadavia o San Martín, Escuela en San Rafael con anexo en Tunuyán para la formación de obreros de plantaciones y la Escuela Ambulante de Perforadores.

Nuevos edificios para escuelas técnicas

En octubre de 1942, la Ley 1543 (una de las últimas leyes vinculadas a lo educativo del período) permitió a la DGE licitar la construcción de edificios para cada una de las escuelas provinciales de enseñanza común y técnica que no lo tuvieran, para las oficinas de la DGE, el Museo de la Educación Cornelio Moyano y la Biblioteca Pública José de San Martín.

La ley autorizaba además a la DGE a efectuar designaciones de personal técnico y de oficina y el pago de sueldos y gastos que demandara la ampliación, instalación y funcionamiento de la Oficina de Arquitectura de la repartición. Esta oficina asumiría las actividades que hasta entonces desarrollaba la Dirección Provincial de Arquitectura en relación con la arquitectura escolar, siendo uno de los primeros “desmembramientos” de sus funciones.

Fuente: Cecilia Raffa. Construir Mendoza: obras y políticas públicas en el territorio, 1932-1943.


 

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