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TRADICIÓN Y CONTRADICCIÓN
El nacimiento de José Hernández, 10 de noviembre de 1834, fue la fecha elegida para conmemorar las tradiciones patrias. La idea de institucionalizar un día que recuerde el arquetípico del gaucho pampeano, rescatando la experiencia del hombre de “tierra adentro”, correspondió al poeta Francisco Timpone, quien propuso homenajear a Hernández, creador del “Martín Fierro”, instaurando dicha efeméride en el día de su natalicio. Caso excepcional en el ámbito de las efemérides argentinas, que siempre conmemora decesos.
Ahora también deberíamos acotar, que tanto en un ayer lejano como en el más vigoroso presente, recordamos y ponderamos situaciones bajo imágenes que no reflejan cabalmente nuestra identidad del todo cuyana. Por ejemplo; ni más, ni menos, la permanente conmemoración del Día de la Tradición bajo los iconos impuestos por “la cultura del puerto” y la interminable pampa húmeda, lejos están de representar la acción de los que pelean diariamente contra el desierto, el zonda, la helada, el granizo, los temblores, la sequía y el agua escasa.
Por ende, nuestro acervo cultural (cultivado en la falda de Los Andes) poco tuvo que ver durante la totalidad del siglo XIX, y gran parte del siglo XX, con el comportamiento puertocéntrico y el pensamiento pampeano. Entonces, ¿cómo conjugar la aplicación de un modelo de país diseñado y pensado desde la Pampa Húmeda en nuestro desierto? Y si bien, admiro la obra literaria del genial José Rafael Hernández y Pueyrredon, también periodista, político y militar, su obra “El Gaucho Martín Fierro” poco tiene que ver con Guayama, Cubillos, Lencinas, Vairoleto, Palorma, el rivadaviense Cali, Tejada, Marañon o Bustelo, más allá de ser la máxima obra de la literatura gauchesca argentina.
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CELEBREMOS LA TRADICIÓN
Celebremos la tradición, pero NO bajo los usos y costumbres bonaerenses, que distorsiona el pasado tradicional mendocino, pues la relevancia de aquellos usos y costumbres nos identifican masivamente con matrices y notas ajenas a nuestro folclore, desdibujando (cuando no, anulando) el contenido de danzas, cantos, vestimenta, comidas, ritos y mitos propios. Así pues, en el plano político y cultural, el criterio que consideró a la sociedad del país como un “todo”, desenvolviéndose a partir de un orden natural, transhistórico, regido por leyes emanadas del porteñismo cultural, que se constituyeron independientemente de las acciones y voluntades locales, debería agotarse de una vez y para siempre.
En esta orientación, no hay posibilidades de pensar y concebir la sociedad como un espacio específico que se construye autónomamente bajo signos y símbolos tradicionales propios. A la sombra de este concepto, Mendoza y Buenos Aires formarían parte de la misma tradición, y nada más errado que tal aseveración.
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EN BUSCA DEL NUEVO DEBATE TRADICIONAL: POSMODERNIDAD Y TRADICIÓN
Desde un planteo teórico, nos oponemos a los tres ejes fundamentales amparados en un mensaje hegemónico, que pretende imponerse, instalando una agenda diaria cargada de una nueva ética y negando la posibilidad de hacer frente al desafío de crear una nueva utopía que recupere nuestro arraigo cultural:
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a. La posmodernidad propone la negación de un proyecto emancipador. Ataca directamente las identidades regionales y locales, pues negar la posibilidad de emancipación, en tanto defensa de una realidad cultural puntual, descalifica la alternativa de acción y regeneración de procesos básicos para la supervivencia de valores propios de un lugar.
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b. La disolución de la Historia como proceso unitario dotado de racionalidad, en donde el mito y la imagen colectivizada se convierten en el paradigma excluyente.
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c. Muerte del Sujeto Social que se identifica con un espacio social propio, potenciando el individualismo como síntoma de un claro “ensimismamiento” personal.
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Ya dijimos que nos oponemos a tales postulados. Por lo tanto, sostener nuestra tradición es una cuestión central. Pero en forma práctica, no retórica. Y como lo hicieron nuestros mendocinos de ayer (por momentos, enrolados bajos ideologías políticas muy distintas), constructores incansables de una provincia llena de notas y referencia propias. Con diferencias y matices, con aciertos y errores, pero condenando siempre los modelos impuestos que sumergen a la impotencia o la pasividad del hombre.
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TRADICIÓN Y POSTRADICIÓN
El otro debate vigente es poder distinguir qué implica la tradición y la autonomía en un mundo globalizado. El concepto tradición es sumamente paradojal, pues se relaciona erróneamente como sinónimo de “costumbre” o “hábito”, y si bien se referencia con nuestro pasado, implica lo opuesto, pues ambos conceptos (“costumbre-hábito”) sugieren comportamientos irreflexivos que se transmiten sin necesidad racional de explicación o excusa. Por consiguiente, en este caso “tradición” es sinónimo de conservatismo y estancamiento, reflejándose solamente en la reiteración anacrónica de determinados ritos.
“Tradición”, por el contrario, implica “tarea”, o sea un estado de elección: “lo que puedo o no hacer”. Significa pensar, relacionar, justificar. Implica mejora y progreso, adecuando herramientas y móviles para un mejor resultado sin violar la esencia (por ejemplo, la tradición mendocina en torno al aprovechamiento del agua. Nuevas tecnologías, nuevos métodos, pero siempre la misma esencia).
Tradición, pues, como “mensaje del pasado”. Pero un pasado cargado de proyectos, ideas y acciones en beneficio de la mayoría. Aquel pasado de la gesta sanmartiniana. De Agustín Álvarez, Julián Barraquero, Civit y Marianetti.
Aquel pasado creativo y vanguardista de la mano de Coni, Pouget, Thays, Cipolletti, Condarco, Zapata, Ricardo Videla, Della Santa, Oreglia, GildoD´Acurzzio, Fader, el cura Jorge Contreras, Notti, Pancho Gabrielli, Enrique Gaviola, Florencia Fussati, Mauricio López, Mario Franco, Dussel o Roig.
Pasado tradicional de actores, pintores y escritores que llenaron el escenario cultural del país: Arias, Bufano, Ramponi, Fader, Cúneo, Nacarato, Delhéz, Sergi, Ducmelic, Lorenzo, Politi, Abal, Bombal, Sola González, Pardo, Palorma, Santángelo, Le Parc, Berti, Alonso, Mathus, Riolobos, Rosas, Francia, Rodríguez, Polo Márquez, Juana Vera, Talquenca, Navarro y los Trovadores del Este.
Pasado tradicional que estimuló a Cuadros, Draghi Lucero, Favio, Azzoni, Levi, Di Benedetto, Tejada Gómez, Dussel, Quino, Roig, Albino, Irineo Cruz, Díaz Araujo, Tancredi, Flaco Suarez, Edmundo Correas y la Universidad Nacional de Cuyo, Emilia Puceiro y Enrique Zuleta, Armando Lucero, Maximino Moyano, Ravalle, los Vargas, Carlos La Rosa, Villalba, Tulián, Kusselman, Neglia.
Pasado tradicional que cobijó a Cortázar, Juan Scalco, Cristobal Arnold, Silanes y la familia de Liliana Bodoc. Que se emocionó con Nicolino, Ernesto Contreras y las maratones de Guiñez. Que disfrutó al Víctor Legrotagliey transpiró con Hugo Cirilo Mémoli. Que grito goles de Loggiácono y aún hoy extraña al adoptado “Búfalo” Funes. Sudor que se multiplica con los profes del INEF “Jorge Coll”, los remeros de Regatas, los handboleros de San Lorenzo de Russel, los drive de Girelli, los batazos de Smuckler o Hausler, los dobles de Armendáriz, Cacciamani, Pedemonte y Linares; los jaque de Eduardo Hualpa y Enrique Najurieta, las pesas de José Poquet, los golpes de Carlos Aro y Gelabert, los saltos de Gagliano, los tiros de Chessi, o las piruetas del alemán Neuman, aquel sobreviviente del Graf Spee, barco hundido en el Río de la Plata.
Tradición que vibró ante el cautivante y sonificado talento de Staiti, Mátar, Felipe Valessi, Tormo, Sánchez, Sosa, Embrioni, Requena, la filarmónica mendocina, los intransigentes jazzeros y el rock chacarero.
Pasado que se rebosa y se renueva con la sangre y el talento del nuevo CLUB sub 45 / 50 y pico. Roggerone, Chiavazza, Thorman, Barrientos, Cantero, Fabiana Bravo, Figueroa, Dina Rot, Goy “Caramelo”, Valle, Marchese, Cépedes, Crimi, Luis Abrego, Arrojo, Martín, Segura, Conte, Orozco, Jaime Correas, Lacerna, Vallejos, Lacoste, Bragoni, Ozollo, Neira, Arpini, Cueto, De Monte, Marcela Furlani, Cunietti, Soledad Contrera, Cangemi, Satlari, Micale, Daniel Quiroga, Los mellizos Martínez, Di Raimondo, Fusari, Folari, López, Rodón, Podesta, Naranjo, Rudman, Bertín …… y la lista continuaría por cientos, de no ser por la imperdonable incapacidad del escribiente.
Pasado de huarpes, puelches e inmigrantes. Tierra de arrieros, contratistas, trovadores y tomeros. Cuna de inteligentes y bellas mujeres.
Pasado y tradición que en la actualidad NO SOLO se refleja en el espejo de la memoria; o en la pluma, en la voz y el pincel de algún artista. Manifiesta voluntad; se hace acción y contenido.
Tradición y Pasado que espera entusiasmado una nueva tonada y la próxima vendimia como alivio ante la reciente flaca memoria. Por eso somos optimistas. Asoma una luz en el fondo del pasillo, batiendo en duelo a la frivolizada costumbre. Es la tradición mendocina que dice presente. Es la actitud que despierta. Se levanta ante aquel letargo intencionado. Renace en libros, en muros, en veredas y en escuelas.