A 201 años. El Congreso de Tucumán se sacó un 10.
Con afán de establecer algunas consideraciones sobre lo que implicó el Congreso de Tucumán podemos sintetizar 10 notas:
1) Las sesiones del Congreso se habían iniciado el 24 de marzo de 1816, y desde ese momento ya había logros significativos por exhibir: demarcación de límites provinciales, el progresista tema de la distribución de recursos municipales, la estimulación a fundar nuevas villas (por ejemplo: en diciembre de 1816 el actual Departamento de San Martín), la organización y presupuesto para un nuevo Ejército en Cuyo, la acuñación de una nueva moneda de curso legal, la creación de un sistema bancario (antecedente del banco nacional), el diagrama de una red de caminos (antecedente vial de nuestras actuales rutas nacionales).
2) Los años trascurridos entre 1810 y 1816 fueron de búsqueda y controversias respecto de la oportunidad por declarar formalmente rotos los lazos con España. Vínculos que habían comenzado a romperse en 1810 cuando el proceso revolucionario empezaba a construir un nuevo orden político y una nueva legitimidad después del deterioro de la corona y las organizaciones absolutistas. Entonces, la Declaración era una urgencia, pues el proceso emancipador iniciado en mayo de 1810 demandaba una forma republicana para poder decidir sobre un sistema político propio, un nuevo marco de alianzas en el plano de las relaciones internacionales y el establecimiento de un renovado sistema económico.
3) El texto definitivo del acta del Congreso decía: «nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli, y de toda dominación extranjera». Manifestación clara del consenso generalizado para restablecer un Estado, recomponiendo la autoridad moral de un gobierno revolucionario que se debatía entre la dependencia y la anarquía.
4) La Independencia implicará también, la institucionalización del orden, lo que permitiría la consideración extranjera sobre las Provincias Unidas. En ese sentido, el Congreso de Tucumán, junto a la «Declaración de la Independencia» permitió el reconocimiento externo de las Provincias Unidas, herramienta imprescindible para que el General San Martín pudiera movilizar su ejército fuera de las fronteras de nuestro país.
5) El congreso tucumano además aprobó el referencial «Manifiesto a los Pueblos» (1 de agosto de 1816) que entre algunos párrafos expresaba: «Que renazca la unión y se restablezca el orden, y veréis renacer el espíritu patriótico». También dicho Manifiesto incluye un decreto que, simbólicamente, declaró concluida la revolución: «Fin á la revolución, principio al orden y respeto a la autoridad soberana y pueblos representados….»; fueron sus primeras palabras.
6) El Congreso y su Declaración institucionalizaba «el orden» sobre «el desorden» provocado por los enfrentamientos armados, el empobrecimiento generalizado en las zonas rurales y en las ciudades, los saqueo y la destrucción tras luchas fratricidas, la absoluta falta de un liderazgo convincente, las desafortunadas estrategias militares y en especial por la aguda crisis social y política de la burguesía mercantil porteña, uno de los sectores que había liderado la revolución.
7) Si bien en el Congreso de Tucumán no estaban representadas todas las provincias de la Nación (por distintas circunstancias no todas las provincias dijeron presente), el grito de libertad se escuchó más allá de América.
Esa es otra instancia por considerar: el indudable carácter regional y americanista del Congreso tucumano, claramente demostrado en el Acta de la Independencia que comienza señalando:
«Nos los Representantes de las Provincias Unidas en Sud América». Por ende, conmemoramos un hecho profundamente nacional, pero irrefutablemente trascendente para el resto de América que repercute en el mundo.
8) Deberíamos releer con mucha atención el ACTA DE DECLARACIÓN. Existen párrafos de absoluta vigencia, marcando un fuerte contraste con algunos ejemplos que recientemente salen a la luz. Por ejemplo, el texto de Tucumán sostenía «(…) Nos los Representantes de las Provincias Unidas en Sud América (criterio americano de la declaración) reunidos en Congreso General, invocando al Eterno que preside al universo, en el nombre y por la autoridad de los Pueblos que representamos (concepto netamente federal. Habla de pueblos, no de nación) (…) comprometiéndonos (los congresales) al cumplimiento y sostén de esta su voluntad (ser independientes), bajo del seguro y garantía de (nuestras) vidas, haberes y fama».
Empecemos considerando que muchos fueron hombres de grandes fortunas y terminaron perdiendo todo en favor de la gesta emancipadora. Pero además se sintieron responsables y comprometidos, respondiendo a lo firmado con «sus propias vidas» y sus propios bienes. Muchos de ellos venían combatiendo desde niños, y murieron como consecuencia de las luchas intestinas a los pocos años de iniciado este proceso revolucionario (Moreno murió en 1811; Juan José Castelli en 1812; Hipólito Vieytes en 1815; Belgrano en 1820; Güemes en 1821; José Moldes en 1824; Monteagudo en 1825; French en 1825).
También respondieron «poniendo en juego su prestigio». Todos eran hombres con enorme reconocimiento en sus pueblos y un histórico compromiso patriótico. Triste comparación con sucesos y dirigentes del presente, que irritan y avergüenzan.
9) Por último, y pendiente: Desde nuestra independencia de 1816, un pendiente que aflorará constantemente en nuestra vida política, es la generación de organismos potentes y legitimados que breguen por una responsable alianza continental entre los pueblos y los Estados, y que a su vez pueda por ejemplo, recuperar el espíritu fundacional del MERCOSUR de 1991. Por lo tanto celebrar «La Independencia» como un hecho particular y privativo de cada uno de los actuales Estados latinoamericanos es reafirmar nuestra nacionalidad, pero también, reconozcamos como deuda, que no es más que un hecho histórico parcial, si se lo descontextualiza de su raigambre macro (América) y micro (Mendoza) y no se lo enfoca en perspectiva con ese mundo lleno de oportunidades que ya afloraba en los albores del siglo XIX.
10) Todos formamos parte de la generación del Bicentenario iniciado el año anterior, y en esta venturosa democracia, todos podemos ejercer el rol de «Congresales». Contemplando que «lo Independiente» (a más de 200 años de aquello) en la vigente globalización, es poder tejer estratégicas redes (políticas, culturales y económicas) como una forma de prepararse para los desafíos que presentará el tránsito hacia EL TRICENTENARIO.