Son responsables de acompañar a los estudiantes de carreras docentes en sus primeras experiencias áulicas, inspirando desde el hacer y guiando con el ejemplo.
En Mendoza son más de 2.000 los docentes coformadores que trabajan en las 550 escuelas asociadas en las que estudiantes de profesorados y carreras docentes realizan sus prácticas profesionalizantes y residencias en toda la provincia de Mendoza.
Ellos son responsables de guiar y acompañar el proceso de enseñanza, al trabajar en red junto a los equipos de Práctica Profesional de los Institutos Superiores de Formación Docente (ISFD), y supervisores y directivos de las escuelas asociadas que tienen a su cargo el seguimiento individualizado de la formación en terreno de los futuros docentes.
Resultan figuras clave en el ámbito de la docencia, por su rol en el sistema educativo y su relación con las instituciones formadoras. Llevan adelante una labor que merece un reconocimiento en su magnitud, que implica una formación especial y un trabajo de acompañamiento constante en el aula en una etapa decisiva de toda carrera docente.
En gratitud de este rol, que a partir de agosto será remunerado gracias a lo estipulado por el Gobierno Escolar, se pretende compartir diversas experiencias de trabajo de docentes coformadoras que relatan su experiencia y reflexionan sobre aspectos que consideran fundamental inculcar en las formas de ejercer una profesión tan noble, como lo es la de los y las educadoras.
El rol de las docentes coformadoras: experiencias en primera persona
Carolina Contini es docente de Nivel Inicial y tiene a su cargo la sala de 4 años en el JIE 0-024 María Elena Walsh, de San Rafael. Desde 2019 se desempeña como docente coformadora en articulación con el IES 9-003, guiando a estudiantes que realizan sus prácticas como parejas pedagógicas y residentes. “Es un desafío desde el momento en que abrís las puertas de la sala. El ingreso de personas ajenas al espacio, a veces, es un poco intimidante para los niños, explicarles que son ´seños´ a las que les falta poco para comenzar a trabajar y que están en nuestra sala para aprender; luego acompañarlas a ellas para que se sientan cómodas y parte del espacio, dar el tiempo para que comiencen a ganar la confianza de los pequeños, mostrarles día a día lo hermoso de la profesión y las riquezas que uno está cultivando desde tan temprana edad, todo es parte del proceso”.
Las realidades dentro de un aula son muchas y variadas, y el día a día de una docente es un constante reto “desde la realidad de cada pequeño alumno, con la que como docentes debemos lidiar cada día, su conducta y carácter, que sabemos que depende de la realidad en la que está inmerso, y de ahí a la realidad institucional, en la que lo fundamental no es pararse frente a un aula a dar una clase: sino lo que hace a esa clase. Detrás de esa clase hay planificación, propuestas, intereses del grupo, evaluación constante, ideas y herramientas nuevas para enriquecer las prácticas diarias”, agregó Contini.
“No siempre podes hacer lo que tenés planificado, los tiempos son cambiantes dentro de la sala. Los proyectos pautados suelen estirarse y es necesario analizar en la práctica que si algo no está saliendo, hay que dar un giro en el aire y cambiar la propuesta en base a lo que los niños necesitan. Por eso, a las docentes practicantes intento siempre contarles qué es lo que vamos haciendo y por qué, para que lo puedan analizar e incorporar”, agregó la docente.
Asimismo, Contini, desde su experiencia, rescató que lo que más temor les suele generar a las practicantes es captar la atención del grupo y llevar adelante una dinámica. Frente a esto explicó que “intento nunca olvidar que cuando están en su momento de intervención, la docente continuó siendo yo, e intervengo cuando veo que no logran captar la atención del grupo, que es lo que mayor temor les genera. Ayudarlas a formar su carácter dentro de la sala cuando los peques se dispersan rápido, y volver a captar la atención con una canción, un juego corto, asumo que son herramientas que una adquiere con la práctica de los años”.
Además de guiar la práctica en el aula, las docentes coformadoras ayudan a las practicantes en su futura inserción laboral, orientando en el proceso de tramitación del bono de puntaje pero, sobre todo, motivando para que perseveren en su búsqueda inicial. Además, puntualizó que “me interesa que se lleven una experiencia enriquecedora y que el día de mañana también puedan abrir sus puertas a futuras colegas recordando su práctica de residencia”.
Selva Cristina Persia trabaja en la escuela 1-018 Juan Gregorio de Las Heras como docente de 1° grado, y hace tres años se desempeña como docente coformadora. “Creo que el mayor desafío es trabajar el vínculo entre los docentes y alumnos, procurando que los futuros docentes no sean absorbidos por la rutina diaria, sino que logren ser docentes creativos, capaces de realizar un andamiaje llevando a cabo los distintos saberes en las aulas diversificadas, ya que incluir es tener en cuenta a cada uno de los estudiantes en sus distintos ritmos de aprendizajes”, expresó.
Al entrar a un aula las futuras docentes se encuentran con realidades muy diversas, y Persia reconoce que “hoy en día las aulas no son heterogéneas, en ellas conviven diversidad de alumnos y realidades. Traer variadas propuestas pensadas para la inclusión de cada estudiante”.
“Tengo en el aula una niña que posee diabetes tipo 1, mi practicante sufre la misma enfermedad y ella me ayuda muchísimo con el control de la glucemia de la alumna, se preocupa por los niveles glucémicos que maneja la niña y llenamos una planilla para que luego yo le avise a la madre cómo ha estado la alumna en la escuela. Es muy bueno trabajar con una pareja pedagógica para así lograr atender a las necesidades de los estudiantes”.
“Paciencia, tolerancia, amor, respeto, empatía”, son los valores que como docente intenta inculcar, “y desde mi simple lugar, brindar toda la ayuda que necesiten. Yo me recibí siendo mamá y me sentí muy contenida en ese proceso, hoy como docente me siento muy orgullosa de acompañar y formar parte de los cimientos de nuevos docentes”, concluyó Persia.
Natalia Aruta es docente de Nivel Inicial, trabaja en la escuela Gregorio Araoz Alfaro, en Salita de 5, lleva dos años trabajando como docente coformadora, y rescató que el desafío más grande es “guiar a las estudiantes en el material a trabajar para que resulte significativo para el niño y que la planificación tenga un hilo conductor con el saber a enseñar”.
Sobre el mayor desafío de los practicantes al ingresar a un aula, Aruta reflexionó que “creo que los estudiantes se ´chocan´ con una realidad desconocida o que no está idealizada en lo que pretenden encontrar, como por ejemplo grupos numerosos, niños con procesos o ya con CUD y todo lo que eso demanda, como así también la vida propia de la institución educativa, porque cada escuela tiene una realidad particular”.
Acompañar y entender los nervios y procesos personales de cada practicante es parte de la labor que llevan adelante, conteniendo y orientando la experiencia frente a un aula. “Recuerdo una anécdota con una practicante de 3° año; ese día su docente de práctica la iba a observar y se descompuso (según ella de los nervios que le provocaba la situación), por lo que tuve que explicar la situación a su profesora y mientras yo daba también mí devolución sobre la practicante, la misma se mejoraba de a poco. Finalmente dio una hermosa clase”.
“Las prácticas docentes tienen mucho que ver con la continuidad de muchos estudiantes, ya sea para definirse en continuar o conocer realmente si es lo que quieren hacer. Las herramientas que brindan las prácticas son totalmente necesarias para luego emprender el proceso de trabajar en una escuela, ya que sobrepasan toda teoría”, explicó Natalia. “Como docente coformadora creo que hay que inculcar siempre el respeto a la diversidad y la empatía, y cultivar la verdadera vocación docente, con la importancia que esto merece”.
Fuente: Prensa DGE