Se ubicó en la mitad Norte de la manzana comprendida entre las actuales calles Corrientes al Norte, Ituzaingó al Este, Montecaseros al Oeste y Córdoba al Sur.
El establecimiento de la maestranza fue una de las fundamentales medidas que despertó atención en el general San Martín. Entre la cantidad de patriotas y de servidores que el interés de la patria puso al alcance de San Martín, uno de los que logró destacarse mayormente fue un religioso franciscano, cuya investidura lo señalaba más como hombre de paz que como hombre de guerra. Era el hombre conocido como Fray Luis Beltrán, nacido en Mendoza el 7 de setiembre de 1784 quien abrazó la causa de la independencia con ardor y patriotismo y la sirvió sin apartarse de su ministerio.
Se encontraba en Chile en un convento, cuando las agitaciones revolucionarias de la América española lo sorprendieron. Pero reconquistado ese país por los realistas, Beltrán y otros religiosos cruzaron la cordillera buscando salvación en Mendoza.
Este activo sacerdote entró a colaborar en todo lo que concernía al parque y la maestranza bajo la dirección del Comandante General Pedro Regalado de la Plaza. El 5 de noviembre de 1815 San Martín lo colocó a cargo de la Maestranza y laboratorio del Estado de Mendoza, reconociendo sus dotes excepcionales.
Hacia mediados de 1815 el Libertador se aprestaba, por vía directorial, a reconocer oficialmente los servicios que Beltrán prestaba a la causa de la emancipación. En efecto, el 26 de febrero de 1816, el gobierno nacional comunicaba al Gran Capitán, la confirmación de Fray Luis Beltrán en el empleo de teniente de artillería y capellán del ejército con agregación al piquete de dicha arma acantonado en Mendoza. Cabe destacar que el primero era un cargo que había obtenido en el Estado de Chile. Posteriormente, y a pedido de Pedro Regalado de la Plaza, fue elevado al grado de capitán de artillería en 1816 antes de iniciar la partida hacia Chile.
Y cuando todo estaba organizado, pudo transponer los Andes conduciendo el Parque, la Maestranza y los obreros, a más de siete cañones y dos obuses que fueron llevados hasta Santiago de Chile. Para atravesar la cordillera utilizó los medios de transportes más originales fruto de su inagotable iniciativa.
Fray Luis Beltrán recibió la medalla de plata con que el Gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata premió el valor en la batalla de Chacabuco. Una vez en Santiago logró la confianza de O’Higgins. Se hizo cargo de la Casa de Ejercicios de Loreto y la transformó en una fábrica de materiales de guerra donde preparaba los elementos destinados a la liberación del Perú.
Como la derrota de Cancha Rayada provocó la pérdida de todo el material bélico de que disponía el Ejército de los Andes, Beltrán se vio en la obligación de trabajar día y noche para reponerlo. Pero su gran habilidad hizo que en pocos días las armas estuvieran preparadas haciendo posible la brillante y definitiva jornada de Maipú, el 5 de abril de 1818.
Por su actividad extraordinaria el gobierno de Chile lo condecoró con una medalla de plata, y el gobierno de Buenos Aires lo declaró “Heroico Defensor de la Nación”. Posteriormente solicitó el retiro del Ejército de los Andes, pedido que le fue concedido por el Director Pueyrredón. De inmediato regresó a Mendoza por orden de San Martín, permaneciendo en ésta durante ocho meses reorganizando la maestranza, hasta que decidió volver a Chile ya que se preparaba la nueva campaña. Se embarcó junto con el Libertador el 20 de agosto de 1820, como director de la maestranza del Ejército del Perú, donde su actuación duró hasta 1824. Tres años después y vistiendo el hábito talar fallecía el teniente coronel Beltrán.
Bajo la dirección de este genio de la maestranza se fabricaron y construyeron efectos que hasta ese momento parecía imposible realizar, los que causaron el asombro del mismo San Martín, quien llegó a manifestar: “Este hombre es, evidentemente, un genio. Con que haga y realice la mitad de lo que tiene en proyecto, habremos resuelto el problema más difícil de esta campaña”.
Hacia mediados de 1816 la maestranza se convirtió en un verdadero taller donde se fabricaba todo lo necesario: balas de cañón de todos los calibres, granadas y otros proyectiles, empleando el metal de varias campanas de las iglesias, cureñas para montar los cañones y obuses, cartuchos de fusil a bala y de fogueo, monturas completas y herrajes para los cuerpos de caballería, mochilas, caramañolas, el equipo completo del soldado de línea y cuanto demandaba la provisión total del ejército en ese ramo. El personal alcanzó aproximadamente a trescientos hombres, entre los que se contaban albañiles, carpinteros, herreros, talabarteros, torneros, etc.
En cuanto al edificio de la maestranza, sus paredes eran de adobe; los parantes y las vigas de sauce y álamo. El techo estaba confeccionado con cañas, cueros de burro y barro. El personal superior de la maestranza estaba integrado por un comandante general, el sargento mayor Pedro Regalado de la Plaza, el capitán Luis Beltrán, encargado de maestranza y el habilitado pagador, capitán Juan Pedro Macharratini.
Cabe señalar que la antigua maestranza hacía lo que hoy realiza una Dirección General de Fabricaciones Militares, Juntamente con una Dirección General de Arsenales de Guerra.
Además, debe destacarse que el nombre de maestranza que se da a ese establecimiento industrial, está muy por debajo de lo que verdaderamente fue.
En la organización de la maestranza el mérito corresponde a San Martín y a Beltrán, pues el Libertador encontró a la provincia cuyana con una industria incipiente, y con la colaboración de Beltrán, pudo montar ese complejo que aprovechó al máximo los recursos de la región.
Fuente: Gobierno de Mendoza. Dirección de Patrimonio, museos y bibliotecas. Archivo Histórico. ">Monumentos y lugares históricos relacionados con la gesta Sanmartiana. Serie: Investigaciones – Nº 4. Mendoza. 1990
Ilustración: Mariano Ruszaj. “Los hombres de San Martín: Fray Luis Beltrán”