La bandera y la muerte, pero también, el rescate de la identidad y de una vida gloriosa
Pareciera que nuestros próceres están muriendo permanentemente.
Es por eso que nuestras conmemoraciones reflejan un carácter ambivalente, con aristas que se desenvuelven, como en el caso del 20 de junio, entre el recordatorio del episodio de la creación de la Bandera Patria, y en el repaso generalmente parcial, que enfoca desde la muerte, la vida de Belgrano exclusivamente en su faceta como integrante de la Primera Junta y militar cargado de un enorme patriotismo, mezclando heroicos triunfos con estrepitosas derrotas en tiempos difíciles.
Tan ingrata y desventurada fue la vida de Belgrano, como su injusta y acotada póstuma consideración. Mucho más en nuestro tiempo, lamentablemente, donde nos identifica y apasiona más la “camiseta” argentina que la Bandera Argentina, y cuando en el panteón de “nuestros héroes” conviven al “igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches”, parafraseando a Discepólo, los que “legitiman” diariamente sus labores en “campos de batalla”, como el tecnológico, científico o académico-cultural, y los que solo ostentan el mérito de haber encontrado una mayor exposición mediática en base a factores que ponderan lo comercial, superfluo o coyuntural.
Por lo tanto, ante el marcado debilitamiento del valor de nuestros símbolos patrios, resulta urgente revisar el tratamiento de nuestros signos distintivos, de nuestras gestas patrióticas y de los grandes referentes, que como Belgrano principalmente, construyeron los cimientos del proceso de identificación hacia una ciudadanía común que derivo en la consolidación de nuestro Estado Nacional independiente.
Nuestra “bandera idolatrada”, como escribirá Juan Chassaing en su composición, nació para identificarnos. Es el máximo símbolo que nos “argentiniza”, muy lejos de la manipulación de los discursos “patrioteros” que tan solo persiguieron y persiguen sensibilizar un nacionalismo pésimamente entendido, e ignoran, lejos de interpretar a Belgrano, que la reivindicación de los símbolos es estructurar nuestra propia realidad social en torno a modelos y acciones comunes dignas de ser imitadas.
Belgrano, ayer como hoy: “Agitador de ideas”
“Progresista intelectual”, “periodista ilustrado”, “político estadista”, “defensor del americanismo” …. entonces, ayer como hoy: ¡bajo sospecha!
El magnífico retrato de cuerpo entero que el pintor Francois Casimir Carbonier le hiciera a Belgrano en Londres en ocasión de la misión diplomática que junto a Rivadavia llevaron a cabo en 1815 con el fin de buscar apoyos para una futura independencia, catapultó erróneamente en nuestros libros de textos escolares la imagen de un Belgrano distante, descomprometido, “acomodado”, que poco tenía que ver con el fragor de la lucha que por esos tiempos se libraba. La enorme y brutal simplificación nos priva de conocer las magníficas bondades de quien fuera el prototipo del patriota multifacético, con un profundo compromiso por la cosa pública, “apasionado por las ideas de libertad, igualdad, seguridad y propiedad” combatiendo con todas sus fuerzas a quienes no respetaran los derechos del hombre concedidos por obra de Dios y la naturaleza.
Culto e instruido; formado en las mejores universidades españolas se gradúa de bachiller en leyes y abogado. Por sus excelentes notas llega a ser presidente de la Academia de Derecho Romano, Política Forense y Economía Política de la Universidad de Salamanca lo que le permite, autorizado por el Papa Pío VI tener acceso a la “bibliografía prohibida” en España: los pensadores de la “Ilustración” como Rousseau, Montesquieu, Sieyës. Pero también, se nutre de los lineamientos propios del reformismo ilustrado español de la mano del Conde de Campomanes y de Melchor de Jovellanos, de quien tomaría el modelo de una reforma agraria.
Testigo directo de los sucesos revolucionarios europeos de 1789. Admirador de la ideas económicas de la época; se siente sumamente atraído por Adam Smith, padre del liberalismo, quien acaba de publicar “La Riqueza de las Naciones” en 1776.
Pero su máxima identificación es con los “fisiócratas” como Quesnay, quienes potencian el desarrollo de la agricultura, e identifican gráficamente al Estado como un árbol, cuya raíz (lo sustancial), se referencia con el desarrollo agrícola, y su tronco y hojas (la consecuencia del desarrollo de raíz) con la población y el resto del estado.
Admirador de Wolfgang Amadeus Mozart, gran jugador de ajedrez, lector de los primeros socialista utópicos como Charles Fourier y Claude Henri de Rouvroy, conde de Saint-Simon, políglota (hablaba español, latín, inglés, francés, italiano y algunos dialectos nativos americanos como el guaraní), amante de la pintura, sintetizó el prototipo de hombre ilustrado.
Belgrano, compromiso intelectual con acciones concretas.
Ferviente “americanista”
Influido políticamente por el ejemplo de George Washington, se reflejará con el presidente estadounidense en su lucha por la libertad, la unidad y el bien común, marcándolo a fuego la expresión: “El que ama a la patria procura celosamente su bien”, frase extraída de las traducciones de los discurso que hizo sobre el norteamericano, insignia que Belgrano permanentemente enarboló y sostendrá durante toda su vida.
Convencido de la imperiosa necesidad de integrar el continente (su vastísima correspondencia diplomática con funcionarios de Brasil y EEUU lo testifican) determinará su postura en el Congreso de Tucumán a favor de la unidad en torno a un descendiente inca como modo de “americanizar” el nuevo estado y lograr el apoyo de la población indígena. “No busco glorias, sino la unión de los americanos y la prosperidad de mi patria”, será otra de las tantas “banderas” de Belgrano para con su legado inmortal.
Visionario y hacedor
A su regreso de España, cumpliendo funciones desde el Consulado de Buenos Aires se ocupa de fomentar el comercio del interior del virreinato generando una fuerte reforma impositiva que limitara los gravámenes internos para la circulación de mercaderías, pero a su vez insistió en la construcción de nuevos caminos como los de Catamarca y Córdoba, Tucumán y Santiago del Estero, San Luis y Mendoza e incluso busca generar un corredor vial que relacione Buenos Aires y Chile integrando y vinculando en su plan de desarrollo comunidades criollas y nativas.
Bajo su concepción fisiócrata elabora en 1796 “Medios generales de fomentar la agricultura, animar la industria y proteger el comercio en un país agricultor”, sintetizando un programa de fomento para la agricultura y el comercio libre, potenciando el desarrollo de la industria nacional. Propicia además, la creación de una Escuela de Prácticas de Agricultura, antecedente pionero de nuestras actuales escuelas técnicas-agrarias, y otra de Comercio.
Con amplia visión estratégica y mercantil propone la concreción de la Escuela de Náutica con el doble fin de favorecer los temas comerciales y militares ocupándose de la seguridad del comercio fluvial, costero y oceánico, abocándose a la construcción del muelle de Buenos Aires y a la creación de vías secundarias de acceso y puentes.
Su clara vinculación con el arte queda expuesta en la creación de la Academia de Dibujo, imprescindible según Belgrano, para el desenvolvimiento de cualquier profesión de las artes manuales como para cualquier otra profesión técnica y científica. A pesar de la fuerte indiferencia y oposición contra la que debió combatir la iniciativa, la Academia abrió sus puertas en 1799 con 64 alumnos entre los que se encontraba el mismo Belgrano.
Belgrano y la educación
Así como Sarmiento representa el estadista que impulsa el laicismo y la obligatoriedad en la educación argentina, debemos a Belgrano el incalculable aporte de estimular la gratuidad y la incorporación de la mujer al sistema educativo. Por eso que muchos consideran al creador de la bandera, como el verdadero padre de la escuela primaria argentina.
Su formación idealista sostenía que para lograr el bienestar, no solo material sino también humano, es necesario fomentar la educación en todos sus niveles y en todos sus géneros, tanto en la ciudad como en “la campaña”. Propone desde el Consulado que los niños aprendan las primeras letras, conocimientos matemáticos y catequesis, para luego ser formados por maestros que además, le enseñaran un oficio. La instrucción debía ser gratuita y contemplar la distribución de la escuela no sólo en el ámbito urbano sino también en el ámbito rural.
La educación, inspirado en Campomanes, abarcaría a la mujer, en donde se les enseñará a leer, escribir, bordar, hilar, etc., con el fin de combatir la ociosidad y hacerlas útiles al hogar, pero además con el fin de formarlas para la vida ciudadana, lo que las convertiría según sus palabras, “en un vivero de las buenas madres, buenas hijas de familia y buenas maestras”.
Su plan educativo fijaba un reglamento interno sumamente completo que abarcaba desde las inasistencias hasta el sistema de reconocimiento a los mejores alumnos, potenciaba el rol del maestro y fijando una remuneración digna, convencido como tantas veces sostuviera que “un pueblo culto no puede ser esclavizado” y “que fundar escuelas es sembrar en las almas”.
Belgrano precursor de la ecología
Belgrano es uno de los pocos hombres públicos que como funcionarios de la corona española, y luego como cabal representante del ideario de mayo de 1810 representa el sentido del estadista, reflejado entre muchas facetas, en el respeto y compromiso con el medio ambiente.
Se preocupa por la indiscriminada destrucción de especies, bosques y montes, reparando permanentemente en el enorme perjuicio que esto ocasionará a las generaciones futuras.
Toma como ejemplo a Virgilio, quién recomendaba plantar árboles y flores aptos para la producción de buena miel.
Contrata los servicios del ingeniero agrónomo Martín de Altolaguirre quien experimenta, en forma pionera, la adaptación de plantas provenientes de regiones americanas con el objetivo de resolver los problemas del terreno y el clima, sobre todos en lugares inundables e insalubres.
Estimula a los vecinos repartiendo semillas y herramientas; promueve el cultivo del lino y el cáñamo, asesorando desde las escuelas e iglesias en métodos sobre forestación, lo que lo convierten; indudablemente, en el primer ecologista argentino.
Belgrano periodista
Formado bajo la influencia del enciclopedismo de Diderot y D’Alembert, empresa editorial, filosófica y científica llevada a cabo dentro del espíritu de la filosofía de la Ilustración, Belgrano refleja el ideal de todo periodista.
Su amplia cultura y sus riquísimos conocimientos en derecho público y economía política estarán presente desde el primer momento en el incipiente periodismo rioplatense. Su actividad comienza en el “Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e Historiográfico del Río de la Plata” que empieza a publicarse el 1 de abril de 1801 dirigido por Francisco Antonio Cabello y Mesa, que con dos ediciones semanales cuenta entre sus columnistas, además de Belgrano, con el aporte de Juan José Castelli, Domingo de Azcuénaga y Julián de Leiva, alcanzando más de 200 suscriptores y llegando a publicar 110 números.
Belgrano también participa del periódico dirigido por Vieytes, “Semanario de Agricultura, Industria y Comercio” cuya circulación oscila entre 1802 y 1807, clausurado por los ingleses que acaban de invadir por segunda vez Buenos Aires.
En marzo de 1810 se edita “Correo de Comercio,” siendo Belgrano quien a lo largo de sus 58 números promulgo incansablemente los ideales de la independencia. Su enorme vocación docente y periodística se reflejan claramente en la abnegación con que propago el patriotismo y el respeto por la libertad, asignándole a la prensa el enorme elemento de divulgador de la cultura y de la libre expresión, reflejado claramente en su artículo: “la libertad de prensa es la base principal de la ilustración pública”.
En síntesis, un Belgrano íntegro y comprometido, adelantado en su época, quien recibiera el mayor elogio de la mano de otro contemporáneo ilustre: “Belgrano es el más metódico de los que conozco en nuestra América…., lleno de integridad y talento natural…., créanme Ustedes es lo mejor que tenemos en América del Sur”. Son palabras de San Martín, que observaba lo que muchos todavía no ven.
Gustavo Capone
Dirección de Educación Superior