El maestro y la escuela dijeron presente, el hecho educativo no se detuvo

Parece tan lejano. Pero a pesar de lo súbito, cuánto lo extrañamos. Era un clásico rutinario de nuestros días de clase. Seguro que algún imprevisto sucedería y nos ocuparía un tiempo de nuestra planificación escolar diaria.

Lo sabíamos; una nueva sorpresa nos esperaba apenas sonara el timbre de ingreso a la escuela. Y por pequeño o muy sensible que hubiera sido ese inconveniente, lo contingente siempre estaba activamente presente en nuestras aulas. Es ahí donde aparecía una faceta latente del docente comprometido. “Lo resolveremos”. Ese era nuestro mandato interno y así sucedía.

El maestro estuvo siempre entrenado para resolver. Y como aquel artesano que siempre encuentra la herramienta justa, el conflicto quedaba saldado. La presencialidad nos daba argumentos y contenidos para actuar en forma directa.

Esa postal, como la de casi todos nuestros colegas, me acompañó por 22 años de profesor en una escuela. A otros un poco más, a otros algo menos. Pero nunca imaginamos que “el 2020” nos tenía preparado una inédita y dramática sorpresa.

La pandemia trastocó todo. Puso en tensión como nunca, lo históricamente tradicional y la urgente necesidad de adaptarnos a una educación a través de las pantallas. Y otra vez el maestro y la escuela dijeron presente. El hecho educativo no se detuvo, y la acción cultural de la escuela siguió siempre latente.

La Covid, abrió la puerta como nunca antes, a las tecnologías en la educación. También a pedagogías ya conocidas pero innovadoras dentro del aula, donde el alumno es quien construye su conocimiento, mientras el docente lo ayuda activamente en ese proceso.

Desde ese lugar, la capacidad de resolución del sistema educativo mendocino, mostró una enorme plasticidad y flexibilidad para adaptarse a la tremenda coyuntura. Hizo que el aula siguiera abierta.

Pero ese maestro; esa profesora; ese directivo; ese supervisor; también asumieran otros compromisos. Caminó durante el año lectivo para entregar una hoja de fotocopia cuando la herramienta tecnológica o la conectividad no estaban. Se predispuso a llevar una ayuda material o un módulo alimentario cuando la necesidad lo requería.

Atravesó todas las estaciones del año, y convivió con todos los climas. Vaya paradoja; desde los últimos días de aquel verano hasta el esperanzador final de esta primavera.

El camino anual está llegando a su fin. Hoy cerramos el inédito año escolar que nunca imaginamos. Hemos crecido con la experiencia de construir juntos, pero también con la certeza de que este viaje hacia la pedagogía de la excepción, que nos obligó la pandemia, permitirá repensarlo todo para mejorar.

Pero no solo atravesamos todas las estaciones anuales del calendario, sino también todas las temperaturas anímicas y pedagógicas que nos tocó sobrellevar: dudas, miedos, pérdidas irreparables, conmovedores mensajes de aliento, sorprendentes respuestas innovadoras. Arriesgamos. Probamos. Experimentamos. Aprendimos. Creo que con enormes creces: cumplieron. Es unánime, y todos lo reconocen. Con emoción y orgullo lo sostengo: felicitaciones.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a ustedes. Pedir sinceras disculpas si correspondiera y ponderar su constante predisposición. Gracias a los maestros, profesores, directivos, supervisores, celadores, administrativos de cada establecimiento. A los padres. Al sistema educativo en su conjunto.

Lo que la docencia mendocina demostró es una enorme capacidad y coraje para perseguir los mismos sueños de siempre: que los chicos aprendan.

Pero también entre todos hemos construido un camino que ya no tendrá vuelta atrás. Este tiempo constituyó una buena oportunidad para repensar y repensarnos en los modos de enseñar, y también en los modos que debemos articularnos sobre la base un nuevo y próspero debate.

Esta pandemia nos puso frente al espejos de los roles. Nos mostró cabalmente. Resaltó una vez más la loable entrega docente. Pero a su vez, también desenmascaró la dolorosa brecha educativa.

El desafío inmediato será convertir ese espejo en una enorme ventana que no se retraiga solo en imágenes, sino que se proyecte en perspectivas esperanzadoras hacia el mañana, contribuyendo a perfilar un mejor futuro de la sociedad mendocina.

José Thomas – Director General de Escuelas


 

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